sábado, 13 de octubre de 2012

28º Tiempo Ordinario


El próximo 14 de octubre, domingo 28 ordinario, leemos Mc 10, 17-30, donde un joven le pregunta a Jesús qué tiene que hacer para alcanzar la vida eterna, y Jesús le invita a venderlo todo y dárselo a los pobres, ante lo que el joven se retira triste, porque era muy rico.
Desde que el hombre es hombre ha sentido el deseo de sobrevivir más allá de la muerte. La pregunta del que se acerca a Jesús en el pasaje del evangelio de hoy va orientada a cómo hacerse merecedor de esa vida eterna. La respuesta de Jesús lleva a los mandamientos; en ellos se encuentra la voluntad de Dios, en ellos se encuentra la vida eterna, que es el centro de la pregunta planteada. Sin embargo, observemos que en la respuesta de Jesús no están los mandamientos que se refieren a la relación con Dios, sino sólo los de la segunda tabla: los que se refieren a la relación con los semejantes. Está claro, pues, que en orden a la vida eterna, Jesús da una prioridad al comportamiento con los semejantes y al hecho global de vivir los mandamientos. El interlocutor de Jesús, sin embargo, no se asusta ante la exigencia que está escuchando, pues, según él mismo manifiesta, desde pequeño está viviendo ya todo eso. Jesús, ahora, dará una vuelta de tuerca a la exigencia del que ha salido a su encuentro, marcada por tres imperativos: vende, dale, sígueme. Una vez que las escucha, el joven sale de la escena en silencio y pesaroso. Era muy rico. No estaba dispuesto a dar más. La invitación al desprendimiento y al compartir ha chocado con el límite que él había puesto. La invitación al seguimiento de Jesús fracasa y ahora él se aleja de Jesús en silencio, sin palabras.
A propósito de esta entrevista, Jesús echa una mirada en torno y continúa la instrucción a sus discípulos: los ricos tienen difícil su entrada en el reino de Dios. Extrañeza de los discípulos, aclaración de Jesús: los que ponen su confianza en el dinero. Al final, Jesús pone la causa de la salvación en Dios y en su misericordia. Queda claro: es imposible para los hombres; pero Dios lo puede todo. Hay que convencerse que, después de todo, la salvación no dependerá de nuestro esfuerzo ni de nuestros éxitos ni de nuestra hoja de servicios. Será un don de Dios. En el ejercicio de su misericordia, se apiadará de todos nosotros y nos concederá la salvación, porque para los hombres es imposible conseguirla o merecerla. Nosotros debemos vivir cumpliendo la voluntad de Dios; lo demás será regalo suyo. Todavía hay gente en el siglo XXI que quiere “hacer méritos para el cielo”. ¡Qué barbaridad! Para nosotros es imposible; pero a nosotros nos bastará con buscar el reino de Dios y su justicia, porque lo demás se nos dará por añadidura.

lunes, 27 de agosto de 2012

21º Domingo del Tiempo Ordinario


 Este domingo 26 de agosto, es el XXI del Tiempo ordinario y leemos Juan 6, 60-69.

Me gustaría pararme y reflexionar sobre esta frase: “Su enseñanza es muy difícil de aceptar”, es decir, sus palabras no son difíciles de entender, sino de aceptar.
Jesús les dice a sus discípulos: el que crea en mí, que me siga y el que no, se puede marchar. ¡Vaya disyuntiva! A los discípulos les resulta dura su forma de hablar, quizá ven excesiva la adhesión que reclama de ellos, Jesús quiere la entrega total.
Muchos seguidores de Jesús se marcharon, porque se dieron cuenta que aceptar lo que Jesús propone significaba un cambio radical en sus vidas, en su vivencia diaria. Pero los discípulos no, y Pedro contesta con rotundidad, claramente y sin dudas: “Tus palabras son palabras de vida eterna”. Así es, Pedro reconoció a través de su fe, que Cristo es la imagen del Padre, reconoció su bondad, dejó que se convirtiera en el eje de su vida, sintió su abrazo y adhesión a Él.

Jesús que ha sido perseguido, humillado y que ha demostrado su incredulidad no sólo con palabras, sino con pruebas, milagros… y aún así la gente no le creía. Siente que sus palabras no tienen la suficiente fuerza y sus discípulos carecen de fe y les hace una pregunta desgarradora ¿también vosotros queréis marcharos? Esta pregunta que sale del alma, desgarra el corazón, llena del sentimiento más profundo, parece como si por un momento Jesús temiera quedarse sólo, nadie como Él sabe llegar a lo más hondo del corazón.

Hoy día mucha gente, se aleja de la Iglesia, la pregunta de Jesús se dirige igualmente a los cristianos de hoy. Necesitamos de la comunidad, para llegar a la plenitud espiritual. Decir sí a Jesús, es decir sí a la Iglesia y a la Comunión Eucarística.
Ser cristianos no significa aceptar unas ideas sin más, sino que esas ideas tienen que cobrar vida, transformar nuestra vida, ¡eso es lo difícil!
Seguir a Jesús es algo más que una decisión nuestra, es el Padre quién nos conduce a seguirle y el Espíritu Santo es el que nos ayuda a entender sus palabras.
Hay gestos y palabras de Jesús tan actuales, que están presentes en nuestros problemas y preocupaciones de nuestra vida diaria, son gestos que se resisten al paso de los tiempos. Los siglos transcurridos no han hecho perder la fuerza de sus palabras y la vida que transmiten, a poco que estemos atentos y abramos nuestro corazón.
¡Qué maravilloso ser discípulo de Jesús! Conocer y encontrarse con la frescura llena de vida de Aquél que perdonaba a las prostitutas, abrazaba a los niños, contagiaba esperanza y compasión e invitaba a los hombres a vivir con la libertad y el amor de los Hijos de Dios. 

miércoles, 25 de julio de 2012

17º Domingo del Tiempo Ordinario


Evangelio: Jn 6, 1‑15 
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie». Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Comentario:
El próximo 27 de julio, domingo 17 ordinario, leemos Jn 6,1-15, donde nos encontramos el relato de la multiplicación de panes y peces, gracias a la colaboración de un muchacho que comparte sus cinco panes y dos peces.
Los discípulos querían que la gente se marchara a las aldeas antes que anocheciera y pudieran comprarse de comer, pero Jesús les interpela directamente a ellos; querían escurrir el bulto, pero la orden de Jesús es: “dadles vosotros de comer”. El detalle del muchacho revela que el verdadero milagro que se obró allí no fue exactamente que comieran cinco mil hombres con cinco panes y dos peces, sino que ese muchacho fuera capaz de compartir lo que a todas luces parecía imposible que pudiera servir de algo.
Si la guerra es un fracaso de toda la humanidad, no lo es menos el hecho de que ya iniciado el siglo XXI, sigan muriendo de hambre y desnutrición miles de personas todos los días. Manos Unidas nos recuerda cada año en sus campañas esta situación. Cierto que a través de sus proyectos se ha ayudado a muchas personas, familias y pueblos a salir adelante, pero ¿qué supone una gota de agua en la inmensidad del océano? Se llevan más de treinta campañas anuales contra el hambre, y el problema está lejos de ser resuelto: es un problema estructural. Juan Pablo II, a propósito del jubileo del 2000, pidió la condonación de la deuda externa de los países ricos hacia los pobres; esto podía haber sido un primer paso, pero ni siquiera ese paso se dio. A cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se le cae la cara de vergüenza al contemplar el escaso o nulo interés de los países más poderosos cuando se organizan “Cumbres de la Tierra” para solucionar el problema del hambre. Es posible que esa solución requiera de un milagro, pero ese milagro no vendrá desde el cielo; arrancará necesariamente de la actitud de quienes comparten lo que poseen. La globalización tendría que ser de la solidaridad, de los recursos al servicio de todos, de la justicia y de la paz, de una relación fraterna entre todos los pueblos. Entender que el mundo pertenece a todos y que sus recursos están al servicio de todos y que, además, todos merecemos por igual la oportunidad de vivir en él es fundamental para la solución a la bochornosa situación actual.
El hambre se ha utilizado para someter y subyugar a pueblos enteros. Se ha utilizado como arma de guerra y de tortura. Se ha utilizado como medio de presión política y económica... y se sigue utilizando hoy como herramienta de desprecio y de muerte hacia miles de seres humanos. Y esta situación de ojos cerrados o de mirada desviada hacia otra parte, sigue clamando a Dios tanto como la sangre de Abel o la opresión de su pueblo en Egipto.
Con la que nos está cayendo solo una opción radical por la solidaridad nos puede ayudar a sobrevivir a esta crisis. Cambiar nuestra mentalidad de obtener beneficio por la de qué es mejor para el otro, para el más desfavorecido. Las soluciones que nos ofrecen no piensan en los que más necesitan, sino en el propio interés. El ejemplo nos lo dieron hace pocos días cuando al imponernos el copago sanitario, especialmente en las pensiones más bajas, nos dijeron que 8€ son cuatro cafés, y es cierto, pero para muchas personas eso puede suponer la diferencia entre comer o no durante varios días. 

viernes, 6 de julio de 2012

14* Domingo del Tiempo Ordinario

El domingo 8 de julio es el XIV domingo del Tiempo Ordinario y  leemos Mc 6, 1-6.   Jesús vuelve con sus discípulos a Nazaret y enseña en la sinagoga. La reacción de los que le conocen es de incredulidad y de rechazo al oírle hablar de la Buena Noticia del Reino de Dios, no se creen que una persona conocida por todos, trabajadora y sencilla pueda hablar de Dios como sólo Él lo hace, que pueda transmitir amor y compasión hacia los más necesitados, que pueda hacer milagros y curar enfermos. No entienden que el Mesías, sea una persona distinta a lo que ellos creen, su incredulidad les lleva a no escuchar lo que dice, se fijan sólo en su persona, en quién les habla, no en lo que habla. Hoy en día estamos acostumbrados, a que cada uno habla según quién es, su formación, su situación laboral, su status social… ¿por qué nadie puede ser diferente de como lo ven? ¿por qué nadie puede ser distinto de cómo han decidido que deba ser?   Hay un dicho popular que dice: “Nadie es profeta en su tierra”, ¡cuántas veces sufrimos porque nuestra fe no es reconocida! ¡cuántas personas piden explicaciones sobre nuestra fe…! Y a pesar de ello, no comprenden la profundidad de nuestro mensaje, siempre habrá un pero y una queja, los humanos somos así, no hay mayor ciego, que el no quiere ver.   A veces estamos al lado de amigos y conocidos, y no vemos lo bueno del otro, no queremos reconocerlo, porque sentimos en nuestro interior la herida de la envidia y los celos.   Jesús fue rechazado en muchos momentos de su vida, pero en la actualidad son muchos los que  le admiramos, le invocamos, le rezamos y está en boca de muchos hombres y mujeres cuya tarea es evangelizar.   Tenemos que enseñar a los demás, que Cristo es alguien por quien vale la pena vivir y merece la pena luchar. Nuestro amor y pasión por Jesús, tiene que transmitir alegría y gozo y hacer que nuestra vida sea una lucha continua, para que otras personas puedan descubrir el tesoro más precioso: sentir a Dios vivo en sus corazones.

sábado, 30 de junio de 2012

13 er. Domingo del Tiempo Ordinario

(Realizado por Susi)
El próximo domingo 1 de julio es el XIII del tiempo ordinario y leemos Marcos 5, 21-43. En el Evangelio de hoy aparecen dos milagros, la inminente muerte de una niña, la hija de Jairo, un jefe de la sinagoga y la enfermedad de una mujer adulta, que sufría hemorragias desde hacía doce años. En ambos casos,  la necesidad y la desesperación hacen que las personas busquen a Jesús.
La clave de los dos milagros se encuentra en la fe: “Hija, tu fe te ha curado” y “no temas, basta que tengas fe”.
La hemorroísa se acerca a tocar el manto del Señor con fe, con la certeza de que puede curarla y la esperanza de que Él lo hará.
Este Evangelio capta el momento en el que, entre una gran muchedumbre, Jesús tiene la capacidad de percibir lo invisible y siente el deseo, la emoción, la necesidad de alguien que necesita de su contacto y de su salvación.
En nuestra vida diaria vivimos acelerados, vamos corriendo de un lado a otro, siempre hay razones para no pararnos, para no mirarnos, para no sentir, no observar….. El egoísmo nos ciega y no nos deja descubrir quién intenta tocarnos, quién intenta hablarnos, quién nos mira, quién nos solicita, quién nos llama, quién nos necesita.
También nosotros podemos compartir el lugar de Jesús, (desde nuestra pequeñez y aún bastante lejos de parecernos a Él)  y asumir que somos instrumentos de Dios, para tocar, ayudar y sanar un poquito el dolor de otros que nos necesitan.
Jesús le dice a la hija de Jairo “Talitha qumi” que significa “contigo hablo niña, levántate”, Jesús nos invita a todos a levantarnos, que nuestro corazón no muera en la tristeza, el pesimismo, la angustia, el desaliento, quiere resucitar nuestros corazones del miedo, la indiferencia, el egoísmo y humanizarnos.
El que ama y se sabe amado, no tiene miedo a pedir y no se reserva nada cuando se trata de dar.

sábado, 9 de junio de 2012

Corpus


10 de Junio, festividad del Corpus, Evangelio de Mc, c.24, vv, 12-16 y 22-26.

Todos sabemos bien lo agusto que nos sentimo cuando estamos con las personas a las que queremos. Cuando nos reunimos con familiares y amigos con motivo de una boda, por ejemplo, querriamos que nunca llegase el momento de la separacion. “Quedate un poco mas”, decimos al que nos anuncia que ya se tiene que marchar. Y es que, quizas por que estamos hachos a imagen y semejanza de un Dios que es comunitario, tambien nosotros estamos llamados a vivir, no en soledad y aislamiento, sino en comunidad, relacionados con los demas. Y como, hoy por hoy, vivimos en esta forma corporea, fisica, necesitaremos que nuestras relaciones pasen tambien por ese medio fisico. Por eso necesitamos una cercania fisica, tambien, de Jesus; a quien confesamos como nuestro Señor y Salvador, como nuestro Hermano y Amigo.

La Eucaristía es el mismo Jesus, físicamente cerca como a nosotros, que nos alimenta y nos ayuda a identificarnos con aquel que se partió y repartio en el servicio a los demas, para que tambien nosotros seamos capaces de hacer lo mismo que El hizo.

Comulgar no es un ato de piedad, sino un compromiso con el Reino y con la lucha por hacerlo presente en nuestro mundo.

sábado, 2 de junio de 2012

Santísima Trinidad

Este domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad y leemos Mt 28, 16-20. Dios es uno y trino, es Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres Personas. Es el misterio más profundo de fe, imposible de entender por la razón pero fácil de vivir y de sentir. Estos versículos son los últimos del Evangelio de Mateo y Jesús les encomienda una misión: “Id y haced discípulos de todos los pueblos”, les anima a ponerse en marcha, salir al encuentro de los hermanos y anunciar su Palabra, en ella es dónde nos damos cuenta del Amor de Dios a los hombres, en la Palabra es dónde aprendemos a vivir como Jesús, aprendemos de su Amor, de su vida compartida, de su entrega, de su misericordia. No se trata de obligar, ni de convencer a nadie, sino de contagiar y motivar, con nuestra ilusión y pasión por Jesús, al resto de los hermanos, pero Jesús quiere algo más: “Enseñadles a guardar todo lo que os he mandado” ¿qué hay que guardar? La Palabra en nuestros corazones, Ella es alimento para nuestra alma, no basta con leerla, no basta con llevarla a nuestra mente, hay que entender lo que Jesús nos enseña a través de ellas y llevarla al corazón, sólo así dará su fruto para hacer lo que nos ha mandado y ¿qué nos ha mandado? El principal Mandamiento es el Amor, el Amor fraternal, a los hermanos, a los amigos…. Esto sólo es posible si abrimos nuestro corazón a los demás, compartimos lo que tenemos, lo que sabemos, y ayudamos a los que lo necesitan, es un amor sin egoísmo, sin esperar nada a cambio, no es exclusivo.  Conseguir este don es algo asombroso, es convivir con Dios, es conocer a Dios. El Bautismo, por obra del Espíritu Santo, nos da una vida nueva, nos hace Hijos de Dios y entramos a formar parte de la familia de Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús está con nosotros, camina a nuestro lado, es nuestro compañero de viaje, es el que nos ayuda a escalar esa montaña y una vez que llegamos a la cima, tenemos la satisfacción de ver algo maravilloso, es el que cuándo tomamos un camino difícil nos ayuda con su Palabra, a superar los baches, es el que hace posible renunciar a nosotros mismos para darnos a los demás. Él está ahí siempre, llevándonos de la mano y está presente en todos los acontecimientos de nuestra vida. ¿Es posible que todavía no nos hayamos dado cuenta?